martes, 27 de noviembre de 2012

Cuando una mascota se va


 Cuando una mascota se va, queda un espacio vacío…
Es así, igual que cuando pierdes un amigo, se va una parte de ti.

Don Tato llegó a nuestras vidas hace ya cinco años, su nombre al principio fue Tatico Tatoo, un nombre grande para un gran perro de muy pequeñas dimensiones.  Al pasar los años y madurar, pasó a ser Don Tato, un señor mayor.

Aunque suene como la gente que se cree que su perro es el mejor, en la familia tenemos la firme creencia de que comprendía más que una persona, el modo de mirar, de posar cuando le estaban tomando fotos, o de mostrar los dientes como si se riera.

Hay muchas anécdotas de Don Tato, por ejemplo, cuando no había dinero para comprar su comida y le hacíamos una harina, el vigilaba a ver quién la estaba haciendo, nunca se comió una harina que le preparara yo, a pesar de que tengo fama de buen sazón.

El primer Día de Reyes que vivió en nuestra casa, se sintió desplazado cuando los muchachos recibieron juguetes y Tatico no, así que con toda la destreza que le daban sus dos meses de vida, mordió consecutivamente a cada uno de los tres mocoso que jugaban sin hacerle caso.

El caso es que el 26 de noviembre perdimos a Don Tato, fue de manera trágica, de manera amarga.

Nos quedan los buenos recuerdos, el olor en algunos lugares del patio, algunos cojines rotos, pero sobre todo, los recuerdos, Don Tato dejó huella.


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