viernes, 24 de julio de 2009

Seguridad


Un día pasé por una farmacia de mi barrio en la que he comprado alguna vez. Parece una fortaleza reforzada con rejas de hierro, mientras desde dentro un señor de edad madura observa a todo el que pasa con expresión asustadiza.

Varias cuadras a la izquierda, voy dispuesta a saludar al zapatero que le cosió los “zapatos del Hombre Araña” a Alejandro, evitándome con ello una crisis de nervios, pues estaban para el basurero.

Escrupulosamente pintadas de blanco, las rejas metálicas se destacan, proporcionando cierta seguridad al propietario del pequeño negocio.

Lo mismo ocurre con los colmados, las bancas de lotería y con la mayor parte de los negocios, que se han visto expuestos a reiterados asaltos.

“Ese me estaba vigilando esperando que yo saliera, porque desde que mi mujer se quedó sola, vino y se llevó un par de zapatos de piel y algún dinerito que había, que hasta rastrero resultó”.

El rostro del señor zapatero se ve enrojecido por la rabia, el disgusto y sobre todo, por la impotencia.

- ¿Y puso la denuncia en la Policía, señor?
- ¿Y para qué, doña, para que el atracador me esté viendo en el destacamento y entonces venga y mate a alguien?.Ojala hubiera estado yo aquí, para soltarle dos plomazos!.
-
El temperamento usualmente tranquilo del zapatero ha dado paso a la cólera, mostrándole dispuesto a formar parte de un grupo creciente de gente que “se toma la justicia por su mano, pues no podemos contar con nadie”.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Comentar esta infromación