Por: Miguel Febles
El autor es periodista y se autodefine como "Escribidor"
Miguel Febles/ mifebles@yahoo.es |
El Estado, aparato
político que pesa sobre todos —no importa si lo entendemos o no—, tiene entre
nosotros a un titular ejecutivo a quien vimos el día 27 de febrero rindiendo
cuentas de sus ejecutorias de un año y en la proyección del año en curso.
Las
cuentas y las proyecciones son un mandato constitucional, pero una vez
concluidos el Presidente acude a la Catedral Primada a oír un tedeum, lleva
flores ante el Altar de la Patria y tras un lapso de horas desde la última de
estas ceremonias, se va al malecón de la Capital a ver la demostración de la
fuerza.
El
simbolismo es interesante. El Presidente rinde cuentas ante legisladores como
si lo hiciera ante el pueblo dominicano (el soberano); el Estado dominicano no
es ateo, es laico (no prohíbe la religión, pero no impone ninguna a pesar de la
cruz en la bandera, la palabra Dios a la cabeza del lema y la Biblia abierta
bajo una cruz, todo esto en el escudo colocado en el centro de la bandera.
¿Por
qué va el primer funcionario del Estado a un oficio religioso en la Catedral?
¿Por el Concordato? Va porque en el fondo el Estado dominicano es un aparato
político y religioso, si no por derecho, de hecho —como suelen ser entre
nosotros todas las cosas—, y como la tradición mantiene a la Catedral Primada
como el centro del poder religioso en el país (la fe en La Vega y en Higüey),
el Presidente se va allí a reunir ambos poderes en un día como el 27 de
febrero, celebración de la Independencia Nacional, para a continuación llevar
flores ante las estatuas y los huesos de los padres fundadores y por último ver
una demostración de los recursos que garantizan el territorio y el control del
aparato político en caso de algún desafío mayor.
El
27 de febrero pasado hubo, sin embargo, cierto ruido: el cardenal Nicolás de
Jesús López Rodríguez, arzobispo metropolitano de Santo Domingo y por el hecho
de tener su asiento en la Catedral depositario de un particular poder, no
ofició ni estuvo en el tedeum a la 1:00 de la tarde del sábado, día 27 de
febrero.
Encabezó,
no obstante, una misa en la Catedral por el 50 aniversario de la ordenación
sacerdotal del monseñor Rafael Bello Peguero, a las 5:00 de la tarde de ese
mismo día.
¿Cuál
es el simbolismo? ¿Se va López Rodríguez o se ha perdido la conexión entre las
cabezas política y religiosa? Es conocido el rompimiento del presidente Danilo
Medina con el sector conservador del espectro político, y como al Cardenal se
le encasilla en esta corriente, acaso pueda ser esta una explicación.
El
detalle de la ausencia en el tedeum y la posterior presencia en una misa es lo
que el escribidor considera el indicio fuñón, simbolismo quebrado, señal del
disgusto en los actos del 27 de febrero pasado.
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