La odisea de dejar la cama cada mañana
Por: Melania Febles
¡Midalia, déjame ser felí!
¡Que no me digas Migdalia, yo soy tu abuela… levántate, que vas
para el colegio!
Son las 6:30 de la mañana de un miércoles que promete ser
luminoso, lo que deja a Ángel sin la excusa de la lluvia para faltar al
colegio, aunque intenta extender el tiempo que permanecerá en su cama.
“Los fines de semana tú te quieres levantar de madrugada y no
dejas dormir a nadie, pero cuando tienes que ir al colegio, hay que obligarte”,
se lamenta Migdalia, su voz mezclada con la de su nieto a esta temprana hora.
Con cuatro años a cuestas, la exclamación de Ángel lleva una
sonrisa a los rostros adormilados de los vecinos cercanos, que trabajosamente
sacan su cuerpo de la cama para enfrentar el tráfico y un nuevo día de trabajo.
La necesidad de ser feliz fue la primera y estridente excusa
para no levantarse, petición que le negaba su abuela “desalmada”. Después
de diez minutos, Ángel había pasado de la indignación al ultraje y de ahí, como
en un caleidoscopio de emociones, un llanto que al principio se oía fingido,
pareció desatar ríos cristalinos de sus ojos.
Ajena a este despliegue histriónico, la abuela sigue con su
misión de inefable amor. Ángel irá a tiempo al colegio cada día y ella se
encargará de eso, Migdalia y los vecinos que cada día siguen el desarrollo de
nuevos episodios de negación lo saben, Ángel también lo sabe, lo que no evita
que crea poder camelar a la abuela, en un ejercicio cotidiano de ingenio
infantil.
Cuando llegan las 7:00 de la mañana y el ambiente está poblado
de luz y de sonidos, se ha escuchado la voz de Migdalia que sonsaca, ruega y
amenaza indistintamente para lograr que Ángel deje la cama, cepille sus dientes
y se bañe, además del tortuoso proceso de desayunar.
A las 7:20 de la mañana se escucha un articulado y alborozado
¡buenos días, vecina, yo voy a mi colegio donde mi maestra!, de un sonriente
Ángel, que con una imagen tan reluciente como el mañanero sol, casi arrastra a
su abuelo Víctor rumbo a ese mundo maravilloso de amiguitos y aprendizajes
lúdicos. Alegre y vivaracho, va rumbo a su colegio.